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domingo, 27 de febrero de 2011

Conciliar depende de Greenwich, articulo de la Vanguardia

Si en España rigiera el mismo horario que en Portugal o Inglaterra, los trabajadores ganarían una hora y media diaria

CELESTE LÓPEZ - Madrid

"Hay que exigir al Gobierno que sitúe a España en el horario de Europa occidental, que es el nuestro"

Cuando se miran las estadísticas, los estudios y los gráficos es fácil comprobar los avances alcanzados en el campo de la conciliación laboral, personal y familiar en la última década. Logros, sin embargo, fáciles de conseguir si se tiene en cuenta que en el siglo XX la palabra conciliar (posibilidad del trabajador a tener vida al margen del trabajo y así poder ejercer como ciudadano y atender a su familia) apenas sí figuraba en los diccionarios. De ahí que, pese a los avances, la percepción de los ciudadanos es que el tiempo se les va intentando mantener un equilibrio entre su vida laboral, personal y familiar que en muchas ocasiones se comprueba como imposible. Y la angustia crece y el desánimo cunde irremediablemente.

Muchas son las fórmulas que se barajan para combatir esta situación pero pocas son efectivas ante la realidad española: los largos horarios laborales impiden cualquier tipo de conciliación. Y modificar esos horarios torna imposible de cambiar ante un empresariado que parece valorar más el presentismo del trabajador que su eficacia.

¿Qué hacer entonces, renunciar a tener una vida más allá de la laboral? No, señala tajante Nuria Chinchilla, doctora en Economía y Dirección de Empresa y MBA por el Iese y especialista en conciliación: "Lo que hay que hacer es exigir al Gobierno que retrase el reloj para situar a España en el huso horario que le corresponde, que no es otro que el de Portugal, Canarias o Reino Unido. Somos europeos occidentales y, sin embargo, llevamos el reloj de Europa central".

Esto es lo que lleva años defendiendo Joseph Collin, un belga afincado en España por amor, y quien lucha porque España "vuelva a la normalidad horaria", lo que implicaría reducir en una hora y media la jornada laboral cada día.

Según Collins, hasta 1940, España tenía el horario solar, el que le corresponde por el meridiano de Greenwich. Pero Alemania decidió por cuestiones estratégicas imponer su reloj a toda la Europa ocupada. Los españoles se sumaron a esta iniciativa, comprometiéndose a "restablecer la hora normal", según la orden de la presidencia del Gobierno de entonces. Pero la normalidad nunca llegó y España se quedó con el horario de Centroeuropa.

A esto se sumó el pluriempleo de la posguerra, que obligó a los trabajadores a sacar el máximo número de horas por la mañana (de ahí que se coma a las 14 horas), y continuar trabajando hasta las 21. Esta necesidad de alargar las mañanas es lo que lleva a los trabajadores a necesitar tomarse un café o un montado al mediodía, algo que resulta increíble en los países europeos.

Collins, como Chinchilla, defiende que si se adopta el horario de Greenwich, el español seguiría entrando a trabajar a su misma hora pero comería a las 13, suprimiéndose así el tentempié del mediodía. El sol le obligaría a comer en una hora ("nos parecería extraño levantarse de la mesa cuando el sol comienza a descender", indica Chinchilla), por lo que podría salir como muy tarde a las 18 horas. Es decir, aún quedarían horas para dedicarlo a la familia y a uno mismo.

El que fuera ministro de Trabajo, Jesús Caldera, ya propuso que se redujera la hora de la comida al menos en una hora. Pero, ni la recomendación fue seguida por nadie ni tampoco es una solución definitiva, al continuar con el horario erróneo, tal y como defiende Collins. "Todos los intentos de conciliar nuestros horarios serán parches bien intencionados pero con poca incidencia real si no se adopta la hora de Greenwich", insiste este belga en un artículo en la revista de Fanoc, mientras recuerda que esta medida no cuesta ni un euro.

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