En un atentado terrorista siempre hay bajas que lamentar, y cuando son de compañeros, y además, hemos sido parte desencadenante, las consecuencias son peores.
Esta es la situación que se plantea en este segundo capítulo. Sigue la rehabilitación del edificio, y el trabajo debe continuar. En el recuento de personal caído, falta un cuerpo, de una empleada de la Armería.
El equipo se pone en marcha para localizarlo, y cuando lo encuentran, descubren que no murió por el atentado, sino que alguien le disparó.
Mientras investigan esto, la Marina, siguiendo el protocolo, envía a un psicóloga para evaluar la situación del equipo, y de todo el personal de la base, incluyendo a Gibbs y al Director Vance.
Todos van pasando por este trámite, excepto Abby, que viene teniendo pesadillas, y no quiere enfrentarse a lo que puedan significar. Aquí Gibbs, una vez más, haciendo de padre preocupado, se encargará de que supere el problema.
Por otra parte, el Director insiste en que todo vuelva a ser como antes, hasta el color de las paredes, y demuestra su ansiedad gritando en mitad de la sala para que todo el mundo se concentre en resolver cómo murió la empleada, uno de los suyos.
Este capítulo me ha gustado, es uno de esos capítulos que hacen ver la profundidad de los personajes, gracias a la intervención del psicólogo. Vemos algunos de sus puntos débiles, de sus temores, sobretodo en aquellos que parecen mas fuertes.
Lo que me ha extrañado es la actitud del Ducky, que deseaba volver al trabajo, y desde que Palmer ocupa su cargo, y le llama para pedirle consejo, se siente un estorbo, y necesita sentirse útil de nuevo antes de volver.
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